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domingo, 25 de octubre de 2015

El barranco del Sol

En época otoñal hay lugares emblemáticos que todo fotógrafo desea plasmar con su cámara. Y ocurre entonces el efecto colateral de la "masificación": el Urederra, Irati, etc. 
Podemos recurrir entonces a visitarlos en fechas menos concurridas (normalmente entre semana), aunque ésto no siempre es posible, o bien buscar localizaciones menos conocidas pero igual de vistosas.

En mi caso he optado por ésta segunda opción. A lo largo del año voy localizando atractivos lugares que procuro visitar en las épocas más adecuadas según su potencial: colorido, caudal de los arroyos, estado vegetativo, etc.

Uno de esos lugares es el llamado Barranco del Sol, cerca de Las Ruedas de Ocón, en una parte del cual florece un frondoso hayedo poco visitado y con un gran potencial fotográfico: arroyo, setas, troncos, y preciosos ejemplares de hayas.

Aunque en otras ocasiones he realizado el recorrido a pié, en esta ocasión accedo con el coche hasta un abrevadero junto a la pista forestal. Desde allí, puedo subir por el barranco junto al arroyo hasta la Fuente Pata la Mora o descender por el mismo hasta que la vegetación hace prácticamente imposible (o arriesgado) seguir adelante.













domingo, 18 de octubre de 2015

Luces de Otoño

Me fascinan los bosques, en particular los hayedos. Me permiten disfrutar a la vez de dos de mis pasiones en cualquier época del año: el senderismo (más bien el paseo) y la fotografía. Y es que me entretengo tanto en el entorno que me rodea que tardo en realizar cualquier ruta el triple del tiempo señalizado para la misma.
El otoño es sin duda uno de los mejores momentos para disfrutar del bosque. La temperatura, la luz, y sobre todo los colores. En ocasiones es como una borrachera para la vista percibir tal variedad de tonalidades en un mismo lugar. 







Por otro lado, la variedad de plantas y seres vivos que nos rodean en todo momento me empequeñece y hace pensar en lo grandioso de la Naturaleza: hayas, pinos, enebros, sabinas, acebos, musgo, setas, líquenes, brezo y multitud de arbustos.
Y el agua. Cualquier riachuelo, con sus pequeñas cascadas y su continuo murmullo que acompañan en el recorrido produce un permanente estado de relax y frescor que hacen disfrutar del paseo de forma inigualable.

Un tronco, una seta, un salto de agua, unas hojas, ... cualquier detalle es un deleite para un fotógrafo con el ojo mínimamente entrenado. En unos casos la instantánea está clara: encuadrar, enfocar y disparar. En otros, conseguir el objetivo buscado es algo más laborioso: tirarse al suelo, cambiar de ángulo, cambiar de objetivo, ... Ya está. El resultado ha merecido la pena (o no).



Un momento de relax, un tentempié y la jornada ha finalizado. Ahora toca seleccionar y editar las mejores imágenes en casa recordando los momentos y lugares visitados. Seguramente volveremos.



Las fotos corresponden al Moncayo aragonés, concretamente al recorrido circular que transcurre desde la Fuente la Teja hasta la Fuente del Sacristán, pasando por el barranco de Castilla y el prado de Santa Lucía (unos 10 Km).
Esta es la ruta en google maps

martes, 6 de octubre de 2015

Atardeceres

La llaman "la hora azul". Ese momento del día en el que tras los últimos rayos del sol la noche comienza su reinado. Ese momento mágico que remueve nuestro interior y despierta sentimientos y sensaciones íntimas casi sin quererlo.
En mi caso, la percepción de nuestra insignificancia ante lo grandioso de la naturaleza. Algo tan cotidiano como la ocultación del sol me hace pensar en su lejanía y nuestra pequeñez en el Universo. La calma y la penumbra que envuelven el momento transmiten sin duda una apacible sensación de bienestar que solo se quiebra con su irremediable brevedad.
Es por eso por lo que captar ese mágico momento en una fotografía adquiere su valor. Seleccionar el lugar, configurar el equipo, el encuadre, la composición, esperar el momento, disfrutar del entorno, y finalmente disparar. Ya está. Una imagen inolvidable que nos evocará aquellos sentimientos que vivimos al capturarla cada vez que la contemplemos.






domingo, 13 de septiembre de 2015

De La Villa a Las Ruedas de Ocón por Cabimonteros

Ocho de la mañana, septiembre. Pronóstico del tiempo: nublado, sin viento y 20º. Destino: El Valle de Ocón, concretamente el trayecto comprendido entre La Villa de Ocón, los aerogeneradores de la cumbre de Cabimonteros (al sur) y Las Ruedas de Ocón, regresando al punto de partida.
Antes de llegar al punto de partida, aprovechamos para visitar el molino de Santa Lucía, cuya silueta domina ampliamente los sembrados de alrededor (cosechados ya hace un par de meses). Dado que es temprano no podemos visitarlo por dentro ni verlo en funcionamiento, pero podemos admirar su porte exterior y su aspecto totalmente reformado. Un excelente recuerdo de los trabajos de antaño y las duras labores tradicionales del campo.




Una vez en La Villa, comenzamos el recorrido desde el mismo aparcamiento siguiendo el indicador de la Fuente Tosca, pasando por las piscinas municipales y algunos embalses artificiales de agua.



Sin dejar de ascender por un estrecho sendero vamos pasando por zonas de quejigo con abundante matorral, brezo, helechos de gran porte, y gran cantidad de zarzales con sus frutos maduros que no hemos podido dejar de comer a lo largo de todo el camino.
A unos dos kilómetros y medio hacemos un pequeño receso para beber un poco de agua en Fuente Tosca antes de seguir ascendiendo por el sendero que se dibuja entre claro y claro del robledal.





Hemos llegado a la cima. Desde aquí se aprecian unas vistas impresionantes de toda la sierra y nos dedicamos a hacer algunas fotos a los aerogeneradores jugando con la larga exposición antes de iniciar el descenso por la pista que desciende directamente hasta Las Ruedas de Ocón.



A partir del momento en que tomamos la pista de descenso el paisaje cambia radicalmente: a nuestra derecha (en dirección norte) los robles son sustituidos por las hayas que ocupan las márgenes del arroyo y los arbustos desaparecen quedando el suelo únicamente alfombrado con el manto pardo de las hojas secas.
A pesar de su escaso cauce, el murmullo del agua nos va acompañando a lo largo del descenso con una sensación de frescor muy agradable.

Sin darnos cuenta se nos ha pasado la hora del bocata, así que tomamos un pequeño desvío a la derecha para llegar a unos pocos metros a un rincón habilitado con unas mesas de merendero y una fuente. Reponemos fuerzas y volvemos nuevamente a la pista forestal.

El descenso permite abandonar de forma intermitente la pista y adentrarse a la derecha en el hayedo para disfrutar de su umbría y realizar pequeños paseos a lo largo del arroyo a la vez que seguimos fotografiando todos aquellos escenarios que nos parecen interesantes. A veces, la sensación es tan agradable y placentera que nos cuesta volver a emprender la marcha.




Conforme vamos descendiendo, la vegetación vuelve a cambiar de forma significativa: ahora son los chopos, olmos, sauces e incluso enebros los que dominan el paisaje, y vuelven los arbustos de todo tipo a dominar las zonas bajas del trayecto. Por cierto, seguimos picoteando moras sin parar: esto es como las pipas.
Ya casi hemos llegado a Las Ruedas. Hacemos un descanso final en una zona de merendero habilitada en el mismo cauce del arroyo que nos ha acompañado desde los aerogeneradores y aprovechamos para refrescarnos en la fuente y cargar agua.


Para finalizar el trayecto todavía debemos llegar La Villa de Ocón, donde tenemos aparcado el coche, así que justo antes de llegar al núcleo de Las Ruedas tomamos un desvío a la izquierda perfectamente señalizado y continuamos por el camino durante unos tres kilómetros hasta llegar a nuestro destino final y a la vez punto de partida.


En total, unos trece kilómetros con un paisaje muy cambiante y gran variedad vegetal en todos los órdenes.
Trayecto recomendable para realizar como paseo o excursión, aunque fotográficamente ofrece muchísimo más juego la primera mitad del descenso entre los generadores y Las Ruedas. Nos hemos propuesto volver a visitar ésta zona en el mes de noviembre para ver el hayedo en su esplendor de colores otoñales.

Pulsa aquí para ver el mapa

martes, 9 de junio de 2015

Bilbao

Nunca había estado antes en Bilbao salvo para alguna gestión en visita rápida, así que aproveché un par de días libres para visitarla.
Me ha sorprendido gratamente, pues tenía una idea de una ciudad triste y abigarrada, seguramente por su carácter industrial.
He disfrutado recorriendo el casco viejo, sus estrechas y bien cuidadas calles, sus bares de tapas (solo por ésto merece la pena el viaje), su ría y edificios emblemáticos, entre los que destaca por supuesto el Museo Guggenheim.





El punto de color en esta ciudad gris lo pone el perrito Puppy, que fue creado para la inauguración del museo y gustó tanto que ha quedado como un elemento permanente. Impresiona ver semejante estructura cubierta de un mosaico de flores multicolor perfectamente cuidado. Genial.


Otra maravilla para disfrutar es el Puente de Calatrava sobre la ría y los edificios de su entorno. 











Y callejeando por su casco antiguo podemos disfrutar de curiosas construcciones como ésta fuente en la calle del Perro, hoy en desuso pero que en su día fue uno de los puntos de abastecimiento de agua potable de la capital. 


 Y sin duda uno de los edificios que más llamó mi atención fue la estación de Abando, con sus impresionantes vidrieras y andenes, en el mismo centro de Bilbao.



Una visita que sin duda merece la pena repetir.