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jueves, 25 de febrero de 2021

Barreras

    Esta es la historia de una de esas ideas fotográficas que a veces nos rondan por la cabeza y que no nos abandonan hasta que llegamos a materializarlas.

    Durante algún tiempo sentía la necesidad de realizar alguna fotografía de carácter simbólico con las zarzas como protagonistas. Había visto algunas imágenes de otros fotógrafos que me cautivaban y que despertaron mi interés, así que comencé a hacer algunas pruebas centrando la atención en el carácter espinoso de la planta.

    Esta fase no suponía ningún problema logístico, ya que son plantas que abundan en cualquier parte de nuestro entorno. Probé primero con el color y el balance de blancos, pero rápidamente me di cuenta de que el blanco y negro ofrecería resultados más adecuados a mi propósito, así que me decidí por trabajar sobre un fondo blanco y una clave alta para dotar a la imagen a la vez de un estilo minimalista.

    Sin embargo, los primeros resultados no eran de mi agrado. La inclusión de hojas en el encuadre aportaba demasiados elementos que distraían la atención sobre el carácter espinoso de la planta, que debía ser el verdadero protagonista. Por otro lado, los distintos tonos de las ramas todavía verdes producían sombras muy oscuras en la clave bitonal. Así que comencé a experimentar con ramas secas que ofrecían mejores resultados. De este modo llegué a la primera toma satisfactoria.


    La imagen me sugería varias ideas: privación de libertad, peligro, prohibido el paso, autodefensa, etc., pero la que más me atrapaba era la de una barrera, una barrera natural. Fue entonces cuando comencé a pensar en este carácter simbólico, desarrollando la idea de los obstáculos que continuamente debemos sortear y superar a lo largo de nuestra existencia: unos, como la zarza, son naturales y nos los impone la propia vida (enfermedades, accidentes, etc.), mientras que otros son artificiales y nos los creamos nosotros mismos (trabajo, hipotecas, etc.), de modo que ambos coexisten simultáneamente.  Pero para plasmar esto era preciso añadir algún elemento que representara estos últimos sin que se alterara ni la composición ni el carácter minimalista.

    Un alambre de espino pensé que sería una buena opción, así que, tras conseguir algunos trozos en un cercado abandonado, los dispuse alternándolos con algunas ramas de zarza frente a un fondo blanco y realicé varias tomas hasta llegar al resultado final que aquí se muestra, que además incluye la figura del símil, en la que se muestran dos elementos distintos con significado parecido.

 


    Además de sobre el mensaje que contiene la propia fotografía, el artículo pretende hacer reflexionar sobre el hecho de que muchas de las imágenes que vemos de otros autores tienen a veces detrás todo un proceso creativo que está muy lejos del simple hecho de apretar un botón. La maduración de una idea, la formación, la experimentación, el conocimiento de los distintos estilos artísticos, de los recursos narrativos y otros factores son los que a la postre permitirán dotar a algunas imágenes de un significado y una intención difícilmente alcanzables mediante el simple sistema de ensayo y error.

    Unas veces se consigue y otras no. A unos les dirá algo y a otros nada. A unos les gustará y a otros les parecerá una foto más. Pero ello no debe ser óbice para dejar de seguir intentándolo por este camino. Si a nosotros como autores nos satisface, el objetivo está cumplido. La contemplación de la imagen tiempo después nos volverá a traer a la mente su historia y significado, sin duda, algo muy enriquecedor y gratificante. O eso creo yo.

domingo, 7 de febrero de 2021

El último beso

Fue una mañana de verano en la que, como tantas otras, decidí visitar las Bardenas Reales de Navarra, a escasos kilómetros de mi casa.

Era un día soleado de los que suelo evitar para hacer fotos, ya que me siento más cómodo con días nublados, en los que la luz tamizada por las nubes me permite aprovechar la jornada sin tener que evitar las horas de luz intensa y sombras duras. Pero ya que no había otra opción, intenté sacar partido de la situación.

Me centré en buscar texturas y detalles haciendo pruebas y más pruebas en distintos emplazamientos hasta que llegué a la llamada Balsa de Zapata. El descenso de nivel de la poca agua que habitualmente contiene había dejado a su alrededor un lecho de barro que al secarse al intenso sol dejaba cuarteada su superficie.

Recorrí entonces el perímetro de la balsa buscando alguna forma reconocible en el barro persiguiendo capturar alguna metáfora o pareidolia. Y fue entonces cuando la vi: las figuras de dos cabezas que cual amantes ante la muerte, agonizaban dándose un último beso de amor.


Evidentemente se trata de una imagen de nivel simbólico, y ya sabemos que en estos casos es muy determinante la subjetividad del autor, es decir, que algunas personas pueden ver otra cosa o incluso no ver nada (aparte de una foto de barro cuarteado). Todo depende del bagaje personal de cada uno, de su experiencia, estado de ánimo, gustos, la cultura a la que pertenece, formación, etc.

Podríamos decir también que se trata de una alegoría, en la que a través de las metáforas presentes hemos dado a las grietas visibles un significado totalmente diferente y reconocible: por un lado, la metáfora en la que el barro seco nos sugiere la agonía y la muerte, y por otro, aquella en la que las figuras reconocibles nos proponen en cambio una situación amorosa ante el dramático final.

Está presente igualmente la figura de la personificación o prosopopeya, en la que el agrietado del lodo ha dado forma a dos cabezas humanas en una actitud amorosa.

Y por otro lado la Pareidolia: “Fenómeno psicológico de percepción visual en el que el ojo y la mente se confabulan para encontrar semejanzas de la realidad entre estimulaciones casuales del entorno y el bagaje cultural que todos guardamos en nuestra memoria procedente de nuestra experiencia” (Fran Rubia), es decir, que nuestra mente trata de establecer una relación con algo reconocido ante un patrón más o menos abstracto, en este caso dos cabezas humanas entre un patrón fractal del barro agrietado.

    Tampoco hemos de olvidar que una de las posibilidades que nos brinda la fotografía es el poder contar historias, expresar sentimientos y transmitir mensajes con ella. En este ejemplo, y dado su marcado carácter simbólico, podríamos estar sugiriendo una denuncia medioambiental como consecuencia del calentamiento global: la superficie resquebrajada alude a la fragilidad de los ecosistemas y al carácter efímero del poder generador de vida del agua. O podríamos estar contando el momento final de una pareja de amantes, o el triunfo del amor ante situaciones adversas.

El entrenamiento y la experimentación, además de una buena formación, ha de permitirnos sacar provecho de lugares o situaciones sin un interés aparente. Como dice el maestro Juan Tapia, “estos lugares sin interés resultan muy inspiradores para trabajar la creatividad por medio de la experimentación, pues van a requerir de un esfuerzo extra del autor para poder sacar el máximo partido de ellos”. Supone un buen ejercicio plantearse realizar fotografías en algún entorno sin potencial, sacar toda nuestra artillería (objetivos, filtros, recursos narrativos, niveles de expresión, etc.) y probar todo tipo de técnicas para intentar conseguir algún resultado creativo interesante. Seguro que con la práctica continua el esfuerzo necesario será cada vez menor, al contrario de lo que ocurrirá con nuestra satisfacción personal.

O al menos, así lo veo yo.