Fue durante una visita al museo Picasso de Málaga cuando al observar una de las obras "Busto de mujer con los brazos cruzados detrás de la cabeza" y escuchar la explicación que el genial pintor daba al hecho de representar los ojos de la modelo de forma totalmente diferente entre sí, en alusión a la forma en que la Naturaleza crea sus diseños de un modo irrepetible, cuando recordé la famosa sentencia del filósofo Heráclito de que "no nos podemos bañar dos veces en el mismo río", todo cambia, sean objetos animados, o inanimados, todo se modifica, todo se altera. Nada permanece.
Trasladando estos pensamientos a la fotografía recordé algunas imágenes que recientemente había capturado de estorninos que al atardecer se concentran en grandes bandadas antes de dejarse caer en los árboles que les servirán de refugio para pasar la noche. Todas ellas tenían cierta similitud, pero ninguna de ellas era absolutamente igual a otra, por lo que todas ellas eran absolutamente únicas e irrepetibles.
Este hecho puede ser motivo de reflexión sobre uno de los motivos que muchos de nosotros perseguimos con la práctica de la fotografía de naturaleza, y que no es otro que el de concienciar de que los entornos naturales no son inalterables y de la necesidad de su conservación para el disfrute de las generaciones venideras en el mismo grado en que nosotros podemos percibirlas en este momento.
La degradación de los bosques, los ríos o los montes por ejemplo provoca la desaparición de todo tipo de especies (aves, insectos, reptiles, etc.), en la mayoría de los casos de forma irreversible, produciendo igualmente alteraciones en el paisaje que en ningún caso podrán volver a ser los mismos y que nunca podrán volver a ser percibidos y disfrutados de igual modo.
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